miércoles, 27 de mayo de 2009

Tiempo de Actuar


Borrachos y confusos

“Los bolivianos están borrachos y confusos, aturdidos e inconscientes frente a una cadena de hechos que amenazan sus libertades y su estabilidad económica. Borrachos y confusos al igual que las autoridades y los líderes que no atinan a entender hasta hoy que la confusión es un estado peligroso”.Cuando no se tiene claridad en los objetivos que se persiguen, ni en las estrategias que hay que tener para alcanzarlos, es muy fácil perderse en el camino. Y, por supuesto, fracasar en el intento de materializarlos. Esto es lo que está ocurriendo en Bolivia, donde los actores políticos confrontados por intereses contrapuestos no han sido capaces hasta hoy de esclarecer sus metas y menos aún sus estrategias para alcanzarlas.
Ya no se trata solo de una oposición política dispersa y confundida, que no atina a ver con claridad qué es lo que está en peligro en Bolivia y cuál debería ser su rol como garante del equilibrio democrático, como fiscalizador del uso de los bienes públicos y como alternativa viable al gobierno de turno. Una oposición que tampoco ve con claridad lo que ocurre en el país, ni interpreta con justicia las demandas de una ciudadanía cada vez más insatisfecha.
Ahora, esa confusión también está instalada en el oficialismo que, emborrachado por unas victorias electorales importantes pero no definitivas, está siendo incapaz de reconocer sus desaciertos y de enderezar el rumbo hacia unos propósitos enunciados tras la toma del Gobierno, que entusiasmaron a unas mayorías ciudadanas, hoy desencantadas porque el cambio prometido no llega. Por el contrario, cada vez hay más de lo mismo: abuso de poder, falta de gestión y corrupción por doquier.Así, confusos los opositores y confuso el Gobierno, es difícil augurar mejores días para los bolivianos. Menos aún si estos también van de confusión en confusión, dejándose arrastrar o por consignas que se compran dos por tres, o por una apatía que raya en el delito y que no les permite advertir los peligros que los acechan. Entre otros, el riesgo inminente de perder sus libertades políticas y civiles, y de estar sometidos a un control estatal que todo lo decide, puede y hace, como lo demostró en Pando.
Con la confusión solo ganan los que viven de ella, los que sacan rédito alentando la ignorancia de esas mayorías a las que dicen servir, pero de las que en realidad se sirven. Pando sigue siendo el ejemplo más duro, porque tuvo que lamentar muertes humanas, pero no es el único. Está también el caso de corrupción que estalló en YPFB, marcado por otra muerte, y tras ése decenas de otros casos que confirman que no hubo cambio de fondo sino de forma en Palacio Quemado y sus filiales.
La confusión no está permitiendo desmontar y exhibir esa falacia disfrazada de cambio. Por el contrario, alimenta un círculo vicioso que tiene su caricatura en los medios de comunicación, tan confundidos como todos los otros actores, que recurren al recurso fácil de la caja de resonancia para alimentar a los confusos, confundiéndolos aún más. ¿Acaso no es lo que acaban de hacer, propagando sin criterio crítico unas provocaciones verbales salidas de los principales portavoces del Gobierno central?
¿De qué otra manera se puede interpretar que los periodistas actúen de “lleva y trae” entre las sindicaciones de hechas por los portavoces oficialistas en contra de los opositores y viceversa, centrando en ello la atención ciudadana, cuando hay en agenda temas muchos más importantes y urgentes de esclarecimiento, como es el caso YPFB-Cattler Uniservice o el del contaminado padrón electoral? Hay muchos ejemplos más, pero no bastaría este espacio para al menos citarlos uno por uno.
Por eso tiene sentido decir que los bolivianos están borrachos y confusos, aturdidos e inconscientes frente a una cadena de hechos que amenazan sus libertades y su estabilidad económica. Borrachos y confusos al igual que las autoridades nacionales y los líderes políticos, empresariales y cívicos, que no atinan hasta hoy a entender que la confusión es un estado peligroso en cualquier país. Mucho más que el error, porque como dice el catalán Joan Prats, siempre es más fácil salir del error que de la confusión.

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