miércoles, 27 de mayo de 2009

Evo Morales, Robert Mugabe, Idi Amín, Adolf Hitler,


















Evo y Mugabe, ¿tienen cosas en común? así es, los datos se sostienen por sí solos. Un análisis que tampoco ahorra críticas a la oposición. Rhodesia –país nombrado por el empresario y mercenario inglés Cecil Rhodes. Cambió su nombre por el vernáculo Zimbabue cuando asumió el poder su mayoría africana en 1980.
Es senda minada de prejuicios y estereotipos deformantes, pero tanteo paralelos entre la nación africana y el país indio, dicen, sudamericano. Al paso que vamos, si al lado de la tricolor ya flamea la advenediza whipala, cambiarán el nombre de Bolivia por Kollasuyo aduciendo su mayoría indígena, cuando el 80% de bolivianos somos mestizos. Aplauden los vecinos quizá porque unos purgan su culpa por los mapuches, otros por los tehuelches; los más alivian culpas históricas con el experimento boliviano soslayando que la aculturación engendró una mayoría mestiza, como en México.
Doy un paso al costado, anotando algunos rasgos comunes de Bolivia y Zimbabue. Ambos son mediterráneos, ricos en recursos naturales. Ambos presumen de multiculturales y multiétnicos. Si lo del analfabetismo cero no fuera otra mamada del actual régimen boliviano, se podría asumir que los dos tienen menos del 10% de su gente analfabeta. Son bendecidos por un gran potencial energético pero sufren deficiencias en su provisión, por la necedad, la corrupción o la imprevisión de sus gobernantes.
Para enfocarme, comparto una cita sobre algo que el autócrata de Venezuela y su clon andino olvidan cuando les conviene: “...la continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos… nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder… nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo Magistrado, que los ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente...” Lo dijo Simón Bolívar.
Donde terminan los paralelos, empiezan las afinidades. En Zimbabue un solo mandatario, Robert Mugabe, asumió el poder desde 1981 y continúa desde entonces. Evo Morales, electo por mayoría inédita buscando un cambio –hoy relevo de ladrones- ansía prorrogarse por siempre imitando a su padrino caribeño. El uno, acordonado por una clase militar de ex guerrilleros de la independencia; el otro, nutre la sumisión militar con dádivas de fideicomisos y petrodólares venezolanos –que otrora se llamaban fondos reservados. El africano entrenó milicia de mozalbetes desempleados para acosar y agredir a sus opositores, mientras la policía mira a otro lado. El indígena que chapurrea su lengua materna, tiene bien aviados con plata y poder a sus montoneros, que hasta se dan el tupé de matonear al séquito del gobernador cruceño en un céntrico aeropuerto: ¿la policía?, bien gracias; ¿los PM?, pues peyendo.
El desgobierno ha convertido a Zimbabue de granero del sur de África, a país pordiosero al borde del colapso económico, al extremo de que la ONU ha empezado a repartir comida para prevenir hambrunas. La declinación de la economía del país africano puede atribuirse a la mala gestión, la corrupción y a la política de tierras. Bolivia pareciera estar en ese camino.En Zimbabue la política de tierras expropió productivas granjas a más de 4.000 agricultores blancos. Bolivia pronto cosechará bajas de producción como efecto de los embates de la infantería de revertir tierras en el oriente, precedida de la artillería de trabas en la exportación y provisión de combustible a los cruceños.
Los paralelos entre Bolivia y Zimbabue continúan con la intransigencia política. El buen sentido es imprevisible en nuestro país y tardío en el africano. ¿Se tendrá que sufrir el desastre y aguantar 20 años de Evo Morales, como los del demagogo populista que ha sido el prorroguista Robert Mugabe?
Eso pensé hasta enterarme del inédito acuerdo político en Zimbabue. Hace poco, el líder del Movimiento para el Cambio Democrático, principal partido de oposición, fue juramentado por el Presidente Mugabe como primer ministro de un nuevo gobierno de unidad. Fue el segundo paso. El primero fue la creación del Comité Conjunto de Supervisión e Implementación. El tercero será un gabinete de unidad de 13 ministros y 6 viceministros del principal opositor; el partido gobernante tendrá 15 ministerios y 8 viceministerios; otra facción opositora tendrá tres ministros y un viceministro.
En Bolivia las líneas paralelas se separan. Sigue la grieta entre oriente y occidente, entre autonomistas y centralistas. Los primeros desoyeron la convocatoria a sufrir otra burla intransigente del gobierno, esta vez quizá en la forma de sonoros golpes de matasuegras de carnaval del pepino centralista.
La intransigencia política viene pareada con opositores dispersos por la petulante ambición de politiqueros que se creen el ave fénix, cuando no pasan de cadáveres sin Cristo que los resucite. Son incapaces de consensuar un proyecto político de oposición, con candidatos sin cola de paja, que sean creíbles e infundan esperanza.
Mientras tanto, continúa el designio prorroguista del régimen de Evo Morales, esta vez fortalecido por la victoria populista del padrino venezolano, que no tendrá reparos en rifar la otra mitad de su reserva de divisas del auge petrolero ahora en ocaso, así lleve al desastre económico a la sufrida patria de Bolívar. Y a la hija predilecta del Libertador, que es hoy su protectorado.Mugabe se lanzó a los brazos de China para obtener tecnología e inversiones. Evo tantea acuerdos con Rusia. El abuelito Fidel le podría cantar la llanera Mercedes de Simón Díaz: “allá hay un caimán cebao, que mide más de una cuadra, con más cachos que un venao y más dientes que veinte babas”. La devorada sería Bolivia.

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