miércoles, 17 de junio de 2009

Hegemonía o Autonomía ?


¿A qué hegemonía se refieren quienes le piden a Santa Cruz que cambie autonomía por hegemonía, ¿porque el motor de la economía se ha trasladado de La Paz a esta región? ¿Tiene algo que ver esta sugerencia con el cambio de chip que recomendó el Presidente de la República? Hay que reconocer que el cambio de chip es una metáfora bien lograda que hace a la visión del mundo, o la famosa dupla visión/misión.
Según las corrientes ortodoxas, la hegemonía es el ejercicio del poder de las clases dominantes por medio de la coerción para imponer su visión del mundo, su filosofía, su moral y sus costumbres a toda una sociedad. Es la dominación y supremacía de una clase sobre la demás.
¿Quiere eso Santa Cruz? ¿Reproducir la hegemonía centralista paceña, desde un Estado vertical, sobre una sociedad nacional cuyas diferencias regionales y culturales no acaban de encontrar la síntesis de la unidad en la diversidad? En mi criterio sería una pésima y miope elección, cuando la mayoría de la sociedad boliviana rechaza el centralismo y más bien exige apertura, participación y reconocimiento a sus diferencias y particularidades.
Para el filósofo y escritor italiano marxista Antonio Gramsci, en cambio, la hegemonía se construye sobre la base de alianzas entre las diferentes fracciones de las clases dominantes para materializar su dominación no sólo mediante la fuerza, sino por la compleja transmisión ideológica tendiente a lograr el consentimiento y el consenso de las clases subalternas que le otorgan bases más sólidas a la dominación.
La reformulación del concepto de hegemonía de Gramsci descansa en este original aspecto ‘consensual’ de la dominación burguesa. De ahí que el Estado es para él la materialización de la hegemonía consensual. Es decir, hegemonía más coerción; sociedad política más sociedad civil, indisolublemente ligadas a las bases materiales de producción y reproducción de la vida material y social. Introduce Gramsci el concepto de correlación de fuerzas en ‘equilibrios inestables’, entre clases y sectores sociales en el bloque, en el poder, merced a la política de alianzas. Dialécticamente, las alianzas posibilitan también la construcción de contrahegemonía de las clase subalternas.
¿Cómo ha pensado la elite dirigente y dominante cruceña la construcción de la hegemonía, ya sea para quedarse con el chip región, o cambiar al chip nación, o para la construcción sociopolítica de la demanda de autonomía?
Si no lo ha pensado, o piensa seguir en el ejercicio excluyente de su poder, todavía está a tiempo de empezar la fase consensual, no para construir hegemonía en detrimento de nadie, ni para darle sustento social a su dominación, sino para la construcción social y política de un proyecto regional colectivo abierto, democrático, participativo, inclusivo, en pos de la autonomía reclamada.
Si lo logra, deberá entonces construir otro consenso con el resto del país para que en la Asamblea Constituyente, cuando se aborde el tema de formas de gobierno, la demanda de gobiernos departamentales autonómicos no sea rechazada por el temor al cambio del centralismo y su vocación inequívoca de poder no compartido. O por el miedo a los fantasmas de separatismo, hoy exageradamente abultados por la presencia de la Nación Camba o la fugaz Media Luna gasífera.
Sólo entonces se verá si Santa Cruz es capaz de proponer la construcción de un Estado con autonomías que contenga todas las naciones de Bolivia, con su hoy desperdiciada riqueza y diversidad cultural, étnica y regional. Sólo así la autonomía puede ser complementaria con la hegemonía y no antagónica.

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