miércoles, 14 de julio de 2010

Pensar como Pobre, Vivir como Rico

Una de las cosas que caracteriza a cierta izquierda –o a aquellas personas que dicen comulgar con esta tendencia política– está referida a la paradoja que encierra el hecho de pensar como pobre y vivir en la práctica de una forma holgada, ‘aburguesada’, disfrutando de todas las comodidades que brinda el capitalismo. Esta idea de por sí no tiene nada de novedosa, porque es muy frecuente oírla en las aulas universitarias y en círculos donde la autocrítica es bien acogida.
La clase política boliviana, constituida por varios ex líderes de izquierda, muchos de ellos salidos de la escuela trotskista académica y de otras vertientes más radicales o moderadas, así como numerosos políticos de derecha, provenientes del ala más fascista o de una más demócrata y tolerante, suele sucumbir ante las tentaciones del poder y cambiar sus ideas por las buenas cosas que ofrece el mundo material. Para ser cabales con el juicio, más que traición de principios es preferible hablar de incoherencia, de inconsecuencia, de posturas acomodadizas que nos conducen inevitablemente al doble discurso, a la doble moral.
Es lo que se puede percibir en ciertos políticos –principiantes, experimentados y también en los pasados a retiro forzoso por el régimen del Movimiento Al Socialismo–, así como en ciertos ‘asesores’ y ‘analistas’ devenidos hoy en oráculos que profetizan el futuro de este desventurado país, muchos de los cuales salieron de las entrañas de la izquierda, identificada siempre con un discurso a favor de las clases desposeídas.
Este mismo criterio puede ser aplicado a dirigentes de otros sectores (gremios), que aunque sepan muy poco lo que es el marxismo u otras teorías de salvación, entienden perfectamente –por mera experiencia o instinto– cómo funciona la lógica del capital y su reproducción, valiéndose para el efecto de enunciados de reivindicación de los segmentos sociales más postergados.
Un ejemplo de ello son los transportistas y gremialistas, cuyos dirigentes acostumbran hablar en nombre de sus ‘bases’ –los verdaderos pobres, descuidados, explotados, sin beneficios laborales–, mientras ellos encarnan a los nuevos ricos que forjan su fortuna con sus ‘flotillas’ de buses o puestos de venta distribuidos en numerosos mercados y en lugares privilegiados de los mismos.
Estas actitudes llaman la atención y desnudan las contradicciones que son frecuentes entre la teoría y la práctica, el discurso y los hechos. Es muy bonito hablar del ‘mapa de la pobreza’ en Bolivia en reuniones a las que se llega en vehículos caros, lujosos y estrambóticos, fiel expresión del ego del ser humano, que acostumbra reflejar su personalidad en sus posesiones. Mientras más grande y llamativo el objeto material, según coinciden algunos psicólogos, más satisfecho el ego y elevada la autoestima.
La consecuencia con uno mismo es una cualidad casi inexistente en estos tiempos, por eso la reflexión va en sentido de que debe haber correspondencia entre lo que se dice y lo que se hace.

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