jueves, 10 de septiembre de 2009

El Golpe

Manfred y Leopoldo no patearon el tablero. Lo que pasa es que no había tablero y por eso cada quien jugaba el juego que quería. Cuando ellos lanzan su candidatura, colocan un tablero y obligan a los demás jugadores a entrar o no, en un juego que empieza a ser definido.
En primer lugar al gobierno, que se encuentra con una situación inesperada: resulta que durante casi un año ha trabajado, sin querer, para ofrecer una víctima al electorado, ¡con lo que cuesta hacer eso en política! Y ahora sus brillantes abogados -puestos para convertir lo ilegal en legal, según la versión de Evo Morales- tienen que improvisar todas las martingalas posibles para impedir la campaña desde una cárcel... ¡flor de campaña la que se puede hacer! Con un agravante: todos los calificativos, insultos, burlas, ataques oficialistas a Manfred y Leopoldo, terminan fortaleciéndolos. Porque no cabe la menor de las dudas de que el principal mérito, la indiscutible virtud de esta candidatura, es la de monopolizar la condición de oposición.
Y no es por falta de razones: Manfred Reyes Villa fue el primer político que se atrevió a disputarle a Evo Morales lo que hasta ese momento era su mayor plaza fuerte, Cochabamba, y le ganó. Fue el primer Prefecto contra el que el gobierno intentó un golpe de Estado. Fue el único de los nueve prefectos que mantuvo firmemente su posición del No al referéndum revocatorio. Leopoldo Fernández es, por su parte, la figura emblemática de lo que constituye la arbitrariedad gubernamental. Un año preso, sin debido proceso, con todas las características del prisionero político. ¿Qué otro frente puede disputar esas credenciales para erigirse en oposición?
En el plano internacional: Cuando llegue un corresponsal importante de una publicación importante y quiera entrevistar a los candidatos a la Vicepresidencia, ¿lo van a llevar a San Pedro? Y cuando se empiece a averiguar de nuevo lo realmente sucedido en Pando -sin alcahueteríos como el de Mattarolo-, ¿estarán disponibles todos los protagonistas, incluyendo a Quintana?
Y también descoloca a los demás candidatos, porque les guste o no, el nuevo tablero impone otros razonamientos. Doy por hecho que no todos los candidatos pretenden ser oposición y tienen sus razones -cuantiosas, a veces-, y me merecen todo el respeto del mundo. Pero, ¿qué van a hacer aquellos candidatos que sí pretenden ser opositores? Específicamente me refiero a dos de los candidatos por quienes siento especial aprecio y respeto: Víctor Hugo Cárdenas y Germán Antelo. A estas alturas (esta columna se despacha el viernes), supongo que ambos ya habrán decidido apostar por el frente amplio. El primero, Víctor Hugo, ha sido uno de los que más fuertemente ha reclamado la necesidad de unidad para conformar un frente: ante una opción de oposición claramente más fuerte, Manfred-Leo, tiene la gran oportunidad de aplicar a su candidatura el desprendimiento y grandeza que él reclamaba a los demás. Y en el caso de Germán es más sencillo todavía: Santa Cruz, ¡qué duda cabe!, va a votar mayoritariamente contra Evo Morales y su proyecto, porque es Santa Cruz la que se erige en la primera víctima de ese proyecto. Es obvio que van elegir a la candidatura más fuerte. El aporte de Antelo consolida las bases del frente y lo hace más nacional.
No cabe ninguna duda: la candidatura anunciada, ha constituido un golpe político suficientemente serio y contundente como para que los demás reflexionen. Y para el gobierno la necesidad de asumir que aquello de derrotar, aplastar, liquidar, entregarle comida a los gusanos, no había sido tan fácil…
El Gobierno optó por disolver la Unidad Táctica de Resolución de Crisis Utarc mostrando la facilidad con que se pueden resolver los problemas, cuando resultan quemando las manos. El grupo señalado fue nada más ni menos que el autor de la tremenda agresión que como una unidad de la policía nacional, cometió contra los periodistas de un canal de televisión. No podía haber resultado más fácil evitar mayores reclamos y protestas como consecuencia de un hecho que atenta contra todas las libertades, en especial de aquellas de prensa, expresión e información, a las cuales debemos tener acceso todos los ciudadanos como un derecho inalienable. El periodismo es víctima frecuente de atropellos de todos los sectores, pero resulta de mayor gravedad que estos vengan de manos de un organismo del Gobierno, por el poder que detenta y en el caso que nos ocupa, por la magnitud de los daños inferidos a personas que cumplían sus tareas de servicio a la sociedad. No es el primer caso en que el Gobierno resuelve algún problema candente haciendo desaparecer las evidencias, en el bullado caso de terrorismo, el cual muchas personas no han terminado de digerir, los presuntos autores de la conspiración para ejecutar un magnicidio, como se dice, resultaron desapareciendo y junto a ellos todas las evidencias que hubieran servido para confirmar la veracidad de las denuncias. Los autores del caso de agresión a los periodistas del canal de televisión desaparecieron con el organismo disuelto, con la misma habilidad que el grupo de presuntos terroristas, lo que terminó evitando que la opinión pública hubiera podido conocer los entretelones de un hecho que de ser cierto la hubiera convulsionado. En el caso que nos ocupa, las organizaciones de la prensa decidieron iniciar un proceso ante las autoridades judiciales, pero en ausencia de los verdaderos culpables del hecho, la causa tendría que ser instaurada contra la institución encargada de proteger a la sociedad y con seguridad el proceso no sólo quedaría sin resolver durante mucho tiempo, sino que podría ser motivo de represalias de la institución del estado puesta en tela de juicio. Con la habilidad que le caracteriza, el Gobierno ha hecho desaparecer las evidencias, los nombres de los autores e inclusiva la realidad de los hechos que hubiera podido servirles para ofrecer una explicación que pueda ser convincente. Con seguridad los autores de aquel hecho serán premiados con un nuevo destino y tal vez un ascenso, por haber tenido la habilidad de llevarse metido en una bolsa a un ciudadano cuya culpabilidad todavía está en duda, y no se sabe con qué objetivo, ya que los interesados en cumplir su deber informando a la ciudadanía sobre las cosas que suceden a nuestro alrededor, terminaron amedrentados de la manera más persuasiva, con el empleo de armas de fuego y destruyendo los equipos que podían haber dado luces sobre el hecho. Las quejas que a diario se manifiestan por la falta de seguridad para los ciudadanos se convierten hoy en un hecho más evidente, ya que los autores de un grave atropello que deberían ser los encargados de protegerlos quedan libres de culpa, con la sola disolución el equipo de élite que les envió a consumar una misión que no ha sido esclarecida.

La Soberanía Boliviana

Nada menos que las narcoguerrillas colombianas de las FARC le han dado el visto bueno a las denominadas “bases de paz” que instalará Venezuela en varios países, entre ellos Bolivia, donde las autoridades de defensa hablan tan sólo de la remodelación –con fondos venezolanos- de algunos cuarteles militares en Pando, la frontera con Brasil y otro en el límite con Paraguay.
Los guerrilleros colombianos, cuyo poder de expansión hacia otros países ha sido admirable en los últimos años, esperan que estas bases militares florezcan y se multipliquen en todo el continente para que sirvan de focos de resistencia a la influencia norteamericana en la región. Usando un palabrerío típico de los mítines, las FARC consideran que esto de las bases se ha vuelto más o menos como un tablero de ajedrez y que mientras Estados Unidos mueve sus piezas en Colombia, Venezuela lo hará en otros sitios. Ellos por supuesto, hacen lo propio, como se pudo comprobar en Ecuador, donde operaba un comando de Raúl Reyes, miembro de la plana mayor de las FARC. El hecho de identificarse plenamente con el expansionismo político y militar venezolano no debe sorprender, menos después de que se han producido pruebas de que Hugo Chávez es un eficaz proveedor de armas modernas a los terroristas y que el narcotráfico es parte esencial del proyecto bolivariano.
Hablar de “bases de paz” resulta una broma de mal gusto de Hugo Chávez, quien ha afirmado claramente y en reiteradas ocasiones, que su idea es desatar uno y más Vietnams en Bolivia. ¿Qué paz pueden fomentar los venezolanos en Pando después de lo que sucedió hace un año en ese departamento? ¿De qué paz son capaces de hablar las FARC?
El tema de las bases se ha vuelto muy controversial desde que gobiernos populistas y abiertamente antiestadounidenses tomaron el poder en varios países de América Latina. El ecuatoriano Rafael Correa, por ejemplo, declaró como un gran logro el desmantelamiento de la base norteamericana de Manta, donde trabajaban apenas un puñado de militares, casi todos técnicos que operaban equipos de monitoreo aéreo para rastrear aviones con narcotráfico. El afán “expulsionista” también se produjo en Bolivia, donde el presidente Morales ordenó el retiro de los agentes de la DEA que habían estado evitando que el narcotráfico se desborde, como está sucediendo en este momento.
Ni la Unasur o la OEA se han manifestado en relación a estos fenómenos, especialmente con respecto al renovado auge del narcotráfico, pero sí se armó un zafarrancho con el acuerdo militar entre Colombia y Estados Unidos, dirigido específicamente a combatir el terrorismo y el tráfico de drogas. Menos mal que en la reunión de Bariloche todo se quedó en la pirotécnica verbal de Chávez, Correa y Morales, quienes enarbolan la soberanía y la dignidad de los pueblos cuando les conviene. Los paraguayos, un pueblo que sabe de guerras y agresiones extranjeras, no se tragan el cuento chavista y han pedido explicaciones de los movimientos armamentistas en Bolivia. Justamente hoy, el canciller David Choquehuanca se encuentra en Asunción dando explicaciones a su colega del vecino país. Seguramente para brasileños y peruanos no resultan nada inocentes estas movidas venezolanas en pleno corazón de América del Sur.

La soberanía sirve para expulsar a la DEA, pero se la ignora cuando Venezuela, muy amigo de las FARC, se mete en los cuarteles bolivianos.