viernes, 14 de agosto de 2009

El Siguiente Paso


Pensar que lo de Honduras es sólo una incidencia en un pequeño país centroamericano sería uno de los peores errores que se puede cometer en el análisis. Si así fuera, Chávez y su claque presidencial -Morales, Correa, Ortega y Lugo- no estarían tan preocupados. Y tienen razón porque los militares hondureños -con asombrosa torpeza y quizás sin pensarlo- rompieron la sucesión de conquistas del proyecto chavista. Zelaya, el del sombrero, el oligarca converso, el supuestamente derrocado, no existe: ¡es Chávez el golpeado!Zelaya fue sólo el instrumento ya probado exitosamente en Venezuela, Bolivia y Ecuador, con ensayo en Nicaragua, del plan de acceder al poder por las vías legales y democráticas, para luego desfigurarlas, aplastarlas, liquidarlas, en beneficio de la voluntad de un caudillo, de un proyecto totalitario. Y hay que reconocer que el líder del petropopulismo venezolano ha tenido un éxito enorme dispensando halagos, beneficios y dólares a raudales, a los populismos pobres. Porque, a estas alturas, todos sabemos que expresiones como las del ALBA, son la congregación de niños pobres jugando para el niño rico que les hace regalos. ¿Cuál de los gobiernos satélites de Chávez representa a un país próspero, rico, cargado de futuro? ¿Cuba, Nicaragua, Ecuador, Bolivia?Para Chávez es esencial recuperar lo perdido en Honduras. Tiene la enorme ventaja de una condena internacional al golpe y una posibilidad casi ilimitada de mover el dinero que le dé la gana. De algún modo ha perdido su principal carta regional, la OEA, porque el papel de alcahuete de José Miguel Insulza quedó demasiado puesto en evidencia. Pero él sabe que hay otros mecanismos. Justamente por eso, los analistas del nuevo gobierno hondureño se deberían estar preguntando: ¿cuál es el próximo paso de Chávez?Jugar a pitoniso es muy jodido, pero hay cosas que son fácilmente previsibles. Si alguien ha vivido el famoso “octubre 2003” boliviano, debería saber que se trata de una marca registrada: es una fórmula dramáticamente sencilla y eficaz. Primero, no se necesita de grandes multitudes -¿cuánta gente se movilizó para el derrocamiento de Sánchez de Lozada?-, sino de grupos activos que comienzan haciendo bloqueos de accesos urbanos, amenazan con cercos y, aquí está la clave, empujan a los más ingenuos para servir como “carne de cañón”. Segundo, se precipitan acciones para que intervengan fuerzas militares cuyo entrenamiento se reduce, normalmente, a disparar. Tercero, se combinan ambos elementos, y el resultado es prácticamente inevitable: ¡la contabilidad de los muertos! Y a partir de ese momento no hay muro de contención posible: no hay nada que detenga la multiplicación de multitudes y de rabia como el desfile de los muertos.Cuando Zelaya, muñeco de su ventrílocuo, convoca a la insurrección en Honduras, está utilizando la marca registrada. No es nada extraño que se esté pretendiendo usar la misma fórmula para debilitar y, finalmente, derrocar, a Alan García en el Perú. ¡La receta funciona! Chávez y su gente no tienen problemas de conciencia. Una de las ventajas del ejercicio del poder es, justamente, la posibilidad de quitarle la palabra a las conciencias. Es por eso que no tienen problema en planear sus venganzas cuando se les quita la posibilidad de extender sus dominios. Chávez puede actuar como cantante barato de cantina en los festejos en La Paz, mientras planifica su revancha en Honduras... ¡ojalá no funcione la receta!

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