viernes, 7 de agosto de 2009

Aplastados




Hablando de aplastar Quedó claro que el pedido de unidad que hizo el presidente Morales ayer en Sucre es sencillamente una farsa, después de haber oído al vicepresidente hablar de “aplastar”. García Linera es cada vez más duro en sus palabras, pero también más descriptivo de lo que está haciendo y trata hacer con quienes se oponen a que Bolivia camine hacia una dictadura. Nadie se puede quejar del exceso de sinceridad de este Gobierno, bien por advertirlo.Algunos podrán afirmar que un discurso tan agresivo era inapropiado para un día festivo y tan importante en la historia del país, pero haberse quedado en loas a la patria y en las clásicas descripciones “de lo bien que nos está yendo”, podría haberse interpretado como un gesto de debilidad o un intento de reconciliación con Sucre, ciudad que el presidente y sus ministros visitaron después de dos años y a la que todavía le deben una disculpa. Que nadie se equivoque, Evo Morales y Álvaro García Linera fueron a la capital de la República a provocar, a renovar su grito de guerra y a dejarles bien claro, sobre todo a los más duros seguidores del MAS, que sigue en pie la promesa de entregarles a ellos las cabezas de los enemigos, esos que el oficialismo ha señalado, porque en realidad son los que conspiran contra su proyecto totalitario.El Gobierno no podía darse el lujo de ser ambiguo en Sucre, la ciudad que le ha demostrado la mayor resistencia en los últimos dos años y donde nadie parece estar dispuesto a ceder, no después de La Calancha y las innumerables demostraciones de soberbia y desprecio que les ha prodigado el MAS a los sucrenses. Álvaro García Linera no podía hablar de otra cosa más que de aplastar, después de que justamente en Sucre se ha dado el primer gesto de unidad de cinco regiones opositoras en mucho tiempo, casi un año y, sobre todo, después de que el oficialismo y muchos en el país las creían derrotadas, junto con el proceso autonómico, la lucha por las libertades y la búsqueda de un horizonte económico más prometedor para el país. Hasta la partidocracia tradicional, que tantas dudas ha despertado en relación a sus simpatías políticas, ha estado tratando de pescar en río revuelto, buscando cómo volver a los esquemas del pasado. No es casualidad que el Gobierno no haya dicho absolutamente nada sobre la lluvia de candidatos de las últimas semanas y que reaccione con tanta virulencia cuando las regiones, las que han encarnando la verdadera oposición desde el 2006, parecen rearticularse y expresan una visión conjunta en un manifiesto público.Hemos insistido muchas veces en este espacio que ante el divisionismo que trata de imponer el MAS, la mejor respuesta ha sido la unidad de las regiones que comenzaron siendo cuatro, Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija y que terminaron por contagiar, de la mano de la lucha autonómica y la defensa de la democracia, a Cochabamba y Chuquisaca. Si hablamos de aplastar, no es poco lo que ha hecho el Gobierno en este sentido y ni siquiera en Pando, donde “aplastar” no es ninguna metáfora, el régimen ha conseguido destruir la inmensa voluntad ciudadana que rechaza la tiranía. No hay duda que éste es el camino a seguir y esa es la respuesta a la que más le teme el Gobierno.
El Gobierno fue a provocar a Sucre, a renovar su grito de guerra, a tratar de humillar y a amenazar a la oposición con la aniquilación.

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